Hay amistades que se forjan en el juego, otras en la aventura. Y hay algunas —las más valiosas— que nacen del instinto de cuidar. Así es la historia entre Pituco y Tommy, su hermano mayor de la vida, de la calle, del alma. Tommy es un perro fuerte, decidido y leal. No necesita medallas ni aplausos; su coraje se demuestra con la mirada fija cuando algo no cuadra, con el ladrido firme cuando alguien se acerca demasiado, con el cuerpo tenso, siempre listo para saltar en defensa de los suyos. Pero detrás de esa fachada de guardián está lo más importante: un corazón que elige cuidar antes que lucirse.

Para Pituco, Tommy es muchas cosas. Es el primero que le habló del mundo de los gatos —esos seres misteriosos que caminan como si lo supieran todo—. Es quien le explicó, entre resoplidos y advertencias, que ser un perro no es solo recibir caricias, sino también proteger lo que amas. Es quien le enseñó a escuchar con atención, a oler el aire, a reconocer el peligro, a confiar en los propios instintos. Es quien, sin darse importancia, le mostró que incluso un perrito pequeño puede ser valiente… si aprende a estar alerta y a no rendirse nunca.

Tommy es ese hermano que te cuida aunque no siempre lo pidas. Ese que te reta, que se burla de tus torpezas, pero que no permite que nadie más lo haga. Ese que está cerca en silencio cuando tienes miedo, aunque finja que no le importa. Ese que, con el paso del tiempo, se vuelve parte de ti. Y cuando leas este libro, lo sabrás sin que nadie te lo diga: Tommy no solo acompaña a Pituco. Le da forma. Le da valor. Le da historia.

"—Tranquilo Pituco —le dijo su hermano mayor,
lamiéndole la cabeza con suavidad—. Mientras yo esté aquí,
tú y la familia estarán seguros.".